Un artista italiano subasta una escultura invisible y se la compran por $18,000 | Curiosidades | elvocero.com

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Hay quienes que no creen en la existencia de Dios porque no lo ven; sin embargo, esta noticia habla de alguien que cree en la existencia de una escultura invisible, a tal punto, que la compró y cree que la tiene.

La controversia por la justificación

En todos los grupos, organizaciones y sociedades surgen controversias, y la iglesia no es una excepción. Después que el Cristo Jesús se fue al cielo, surgió una controversia entre dos de sus apóstoles: Santiago (Jacobo, uno de los hermanos de Jesús) y Pablo (Saulo de Tarso). La controversia fue en torno a la justificación, o sea, acerca de cómo Dios nos absuelve de pecados y nos declara justos. Santiago decía que Dios nos justifica por obrar con fe; mientras que Pablo decía que era por creer sin obrar. Para Santiago, creer lo que decía Pablo era ser vano; y para Pablo, creer lo que decía Santiago era ser judaizante.


En esa controversia, ambos apóstoles usaron a Abraham como ejemplo. Santiago usó como argumento el intento de Abraham de sacrificar a su hijo Isaac, y Pablo usó la circuncisión de Abraham. Santiago argumentó que Abraham estaba convencido de que Dios podía resucitarlo después que lo él matara; y por estar convencido de ello, si el ángel no le grita que no lo hiciera, lo hubiera degollado sin titubear. Según Santiago, Abraham fue justificado porque creía en el poder de Dios y actuó conforma a
su creencia; obró con fe; su fe estuvo implícita en su obra (Santiago 2. 14-26).

Santiago entendía que cuando obramos conforme a lo que le creemos a Dios, demostramos que le creímos; y que cuando obramos conforme a lo que creemos de Dios, demostramos que en verdad creemos lo que creemos acerca de Él. Ambos son casos de fe, pero no lo serían sin las obras. Si no obramos de acuerdo con las promesas y los atributos de Dios, demostramos que tenemos conocimiento de ellos, pero que no creemos que sean ciertos.

Tener conocimiento de las promesas y los atributos de Dios no es lo mismo que creer en ellos. Uno puede conocer estas cosas y no creelas, pero esto de nada nos sirve. Mas si las conocemos y las creemos, obtendremos valentía para enfrentar retos, perseverancia para alcanzar metas, paciencia para esperar, y paz en las tormentas. Hasta para orar necesitamos conocer y creer las promesas y los atributos de Dios, pues sin estos, ni nos motivaríamos a orar, ni oraríamos adecuadamente. Es cuando obramos de acuerdo con el conocimiento que tenemos de las promesas y los atributos de Dios que tenemos fe.

Para Santiago, la fe y las obras se complementan: la fe (creer en los atributos y las promesas de Dios) nos motiva a obrar para lograr lo que Dios nos encomiende u obtener lo que nos prometa. Cuando Dios hace promesas, da también órdenes que hay que ejecutar, para que las promesas sean obtenidas. Noé y Abraham dieron ejemplo de esto.

A Noé Dios le prometió un medio para que salvara personas y animales de un gran diluvio que Él iba a envíar; y le ordenó construir un arca, que sería el medio de salvación. Hasta le dio las instrucciones para construirla. Noé le creyó (tuvo fe) y obedeció a Dios (obró), y con ello salvó a su familia y a muchos animales (obtuvo la promesa).

Cuando Abraham era un anciano sin hijos, Dios le prometió una tierra que sería la patria de sus descendientes; y le ordenó que saliera de la ciudad donde vivía, se estableciera en Canaán y engendrara un hijo con su esposa. Abraham, creyendo lo que Dios le prometió, hizo lo que Dios le ordenó, y por esto obtuvo lo que Dios le prometió.

Si Noé y Abraham no hubieran hecho las obras que Dios les ordenó, no hubieran obtenido las cosas que Dios les prometió. Si Noé no hubiera construido el arca, nadie se hubiera salvado del diluvio; y si Abraham no hubiera hecho las cosas que Dios le dijo que hiciera, se hubiera quedado en la ciudad de Ur sin hijos y sin gloria.

Según Santiago, las promesas de Dios se obtienen obrando con fe. Cuando creemos las promesas de Dios y obramos para obtenerlas, Dios nos lo cuenta como justicia (como mérito), y eso nos hace merecedores de Sus promesas; quienes no trabajan por ellas, ni se hacen merecedores de ellas, ni las obtienen.

Ahora, que tengamos que obrar para obtener las promesas de Dios, no anula que las recibamos por gracia. Primero, porque Dios hace las promesas porque quiere; nadie lo obliga a hacerlas. Segundo, porque las cosas que Él prometió, el hombre no puede producirlas por su propio esfuerzo.

Si Dios no le hubiera dicho a Noé que Él iba a enviar un diluvio, Noé no se hubiera enterado del mismo; y si Dios no le hubiera dado la orden de construir el arca y las instrucciones de cómo hacerla, Noé ni siquiera hubiera sabido lo que era un arca y nadie se hubiera salvado del diluvio. Por esto, aunque Noé tuvo que construir el arca (tuvo que obrar), no quita que se salvó por gracia.

De la misma manera, si Dios no le promete un hijo a Abraham y a Sara y hace un milagro en sus cuerpos, ellos no se hubieran ocupado de procrear a Isaac, y éste nunca hubiera nacido. Por esto, aunque Abraham obró (copuló con su esposa) para tener el hijo que Dios le prometió, lo obtuvo por gracia, pues, sin la intervención milagrosa de Dios, nunca lo hubieran tenido.

Contrario a todo esto es lo que enseñaba Pablo: que uno puede obtener las promesas de Dios, simplemente por creerlas, sin tener que hacer nada para obtenerlas. Al decir que somos justificados por fe sin obras, Pablo estaba diciendo que somos declarados merecedores de las promesas de Dios y que las obtenemos sin tener que obrar; que las obtenemos simplemente por esperar recibirlas en el momento que Dios determine.

Eso que Pablo enseñaba, para Santiago era absurdo, pues significa que Noé no tenía que construir el arca para salvarse del diluvio y que Abraham no tenía que ir a vivir a Canaán ni copular con su esposa para obtener las cosas que Dios le prometió. Por esto Santiago dijo que quien creía tal cosa, era un hombre vano.

Pablo se basaba en que Abraham fue declarado «justo» antes de circuncidarse. Él entendía que Abraham le creyó las promesas a Dios, y Dios lo justificó (se lo contó como mérito) por creerlas antes de que él se circuncidara. Creer las promesas fue la fe, y la circuncisión fue la obra. Entonces, Abraham fue justificado por por creer, no por obrar, porque Dios lo justificó antes de él circuncidarse.

Sin embargo, Pablo no tomó en cuenta las obras que Abraham tuvo que hacer para obtener las cosas que Dios le prometió; no tomó en cuenta que Abraham tuvo que emigrar de Ur a Canaán y copular con su esposa para obtener las promesas; y emigrar y copular son actos (obras).

Aunque Dios le contó como justicia (como mérito) a Abraham el haberle creído la promesa de tener descendientes cuando él era un anciano sin hijos, y eso ocurrió antes de él circuncidarse, no quita que ya él se había establecido en Canaán y tuvo que copular con su esposa para tener la tierra y los descendientes que Dios le prometió. Sin copular, no hubiera tenido descendientes; y sin emigrar sus descendientes no hubieran tenido derecho a heredar la tierra de Canaán.

En cuanto a la circuncisión, Pablo la consideraba una mera señal que indicaba que Dios había justificado a la persona por creer Sus promesas. Para Pablo, lo importante era ser justificado por tener fe; la circucisión era algo accesorio. Pero según el libro Génesis, la circuncisión es una de las obras requeridas por Dios para ser parte de Su pueblo. Dios le exigió a Abraham que él y todos sus descendientes varones tenían que circuncidarse; el varón que no lo hiciera, no era considerado descendiente ni heredero de Abraham; sin circuncisión nadie podía ser parte del pueblo de Dios.

Dios le prometió a Abraham un pueblo formado por sus descendientes, y para que pudiera obtener la promesa, le ordenó hacer varias cosas: emigrar a Canaán, engendrar un hijo con su esposa Sara, y circuncidarse. Fue por hacer lo que Dios le ordenó, que Abraham obtuvo lo que Dios le prometió; el creer las promesas sólo le sirvió de incentivo para obedecer a Dios. Obedecer las órdenes de Dios es más importante que —o al menos tan importante como— creer las promesas de Dios. Tan es así, que en el juicio, Jesús juzgará a las personas por su obediencia (por sus obras) no por su fe (por sus creencias).

En el cristianismo Dios emplea el mismo procedimiento: promesas, órdenes y consecuencias. Las promesas son: el regreso del Cristo, la resurrección y el juicio. Las órdenes son: negarse a sí mismo, tomar cada uno su cruz y seguir al Cristo (continuar su obra: predicar, enseñar y hacer buenas obras). Las consecuencias son: salvación o condenación. Si un cristiano cree lo que Jesús prometió, y hace lo que Él mandó que hicieran, cuando Él venga a buscar a Su Iglesia, se irá con él a las bodas (como las
vírgenes prudentes) y se salvará; habrá construido su casa sobre la roca. El cristiano que crea las promesas de Jesús, pero no obedezca Sus órdenes, cuando Jesús venga a buscar a Su Iglesia, se quedará sin entrar a las bodas (como le ocurrió a las virgenes insensatas), no se salvará; habrá construido su casa sobre arena.

La soteriología (la doctrina de la salvación) de Santiago toma en cuenta tanto las promesas como las órdenes de Dios; mientras que la soteriología de Pablo toma en cuenta solamente las promesas. Además, las historias de Noé y de Abraham apoyan la soteriología de Santiago y no la de Pablo. Por esto las cartas de Pablo hay que leerlas con ojo crítico.

El sacerdocio melquisedéctico

Melquisedec: primer rey de Jerusalén (Salem) mencionado en la Biblia y sacerdote del Dios Altísimo (El-Elión) simultáneamente. Usaba pan y vino en su ministerio. Recibió diezmos de Abraham. No existían las doce tribus de Israel. No existía Moisés ni Aarón. No existía el sacerdocio levítico. No existía el judaísmo. El sacerdocio en aquel entonces era el melquisedéctico; Melquisedec era el sacerdote. ¿De cuál religión? La Biblia no dice.

Se forman en Egipto las doce tribus de Israel. Salen de Egipto. Dios pone como sumos sacerdotes a Aarón y a sus descendientes. Quedan establecidos la casa de Aarón y el sacerdocio levítico. Moisés construye el Tabernáculo. Nace el judaísmo en el desierto. Conquistan Jerusalén. El rey que había allí (Adonisedec) no era sacerdote. Las doce tribus se establecen en Israel. Dios pone como reyes a David y a sus descendientes. Queda establecida la casa de David. Salomón construye el Templo en Jerusalén. No hay sacerdocio melquisedítico en Jerusalén.

Los babilonios conquistan a Judá, deportan a los judíos importantes a Babilonia, y destruyen el Templo de Jerusalén. Cesa el sacerdocio levítico. Los persas vencen a los babilonios. Ciro, el rey persa, autoriza el regreso de los judíos a Judá, nombra como gobernador de Judá a Zorobabel (un descendiente del rey David), y le autoriza que vuelva a construir el Templo de Jerusalén. Es reestablecido el sacerdocio levítico.

Los griegos vencen a los persas. El Templo vuelve a ser destruido.

Los romanos vencen a los griegos y el Templo vuelve a ser construido bajo la administración de Herodes el Grande.

Nace Jesús en Belén. Su padre es descendiente de David. Su madre es descendiente de Aarón. Judá estaba sin un rey de la casa de David, sometida al imperio romano, con Herodes como rey. Los servicios religiosos continuaron a cargo del sacerdocio levítico en el Templo. Jesús fue circuncidado y presentado a Dios allí. Al cumplir 30 años de edad, Jesús comienza a predicar y a enseñar acerca del reino de Dios, a hacer milagros, a sanar enfermos, y a decir profecías, mas no fue ni rey ni sacerdote.

Termina muriendo crucificado a petición de los líderes religiosos judíos y a manos de soldados romanos. Resucita y se va al cielo. Casi cuatro décadas después, los romanos destruyen el Templo y los judíos huyen a otros países. Cesa el sacerdocio levítico.

1948: Israel vuelve a ser una nación. Los israelíes comienzan a regresar allá, pero ni hay reyes, ni hay Templo; y el judaísmo, ni es el original, ni es la única religión. Así continúa en el presente.

Jesús regresará del cielo como rey y sumo sacerdote. La sucesión de reyes descendientes de David y la sucesión de sacerdotes descendientes de Aarón será innecesaria, pues Jesús es descendiente de David por parte de padre y de Aarón por parte de madre y es inmortal. La Nueva Jerusalén (la ciudad celestial) tomará el lugar de la Jerusalén terrenal y Jesús reinará en ella.

Hebreos 7. 3 dice que Melquisedec permanece sacerdote para siempre, y la gloria que Jesús recobró después de ser resucitado fue la de volver a ser rey y sumo sacerdote. Ambos usaban pan y vino en sus ministerios. Ambos representan la paz (Melquisedec Rey de Paz y Jesús Príncipe de Paz). Ambos son inmortales… Si Jesús no es Melquisedec, lo que dice en Hebreos 7. 3 es falso; y si lo fuera, eso no quita que Jesús pueda ser sacerdote según el orden de Melquisedec, el cual fue el primer tipo de sacerdocio en Jerusalén, y, según la Biblia, será también el último.